CORAJE: lo vamos a necesitar. Por Isabel Coixet

Coraje. Creer. Creer de verdad en algo cuya esencia impregna todos los actos de nuestra vida es algo que no es tan evidente como parece.

Afirmamos creer a pies juntillas muchas cosas que luego en la práctica olvidamos. Porque es mas fácil, por pereza, por hábito. Lloramos la destrucción de la Amazonia mientras llenamos el plato con la carne de animales alimentados con la soja que reemplaza allí el bosque fluvial. Nos rasgamos las vestiduras por la erosión de la biodiversidad y el recalentamiento pero perpetuamos a diario prácticas que reemplazan los espacios naturales por millones de hectáreas de cultivo dedicadas a alimentar animales que nunca verán la luz del día.

Podría seguir con miles de ejemplos donde nuestros gestos cotidianos contradicen las cosas que decimos creer. Y de todas las futuras batallas que nos plantea el mundo de hoy, ésta es la única que para mí tiene sentido: la lucha para no cargarnos el planeta que tenemos. Una lucha que pasa por saber, por estar informado, por exigir que todo el mundo a nuestro alrededor haga ese esfuerzo y por actuar.

Hombre rico, planeta pobre

El último informe de Oxfam detalla con precisión datos que, de vivir en un mundo donde las prioridades están claras, debería estar en la portada de todos los informativos: el calentamiento global es obra del hombre pero del hombre rico. El 1 por ciento mas rico de la población mundial es responsable de mas del doble de las emisiones de efecto invernadero que que la mitad mas pobre de la humanidad durante el cuarto de siglo – entre 1990 y 2015- en el que las emisiones han alcanzado niveles sin precedentes.

Los grupos mas afectados por la crisis climática son los menos responsables de ella: personas en situación de pobreza y exclusión y las generaciones futuras. Y es que, como hemos visto también en la pandemia, los millonarios saben que en cualquier circunstancia están protegidos y a salvo y eso les hace destruir el planeta a su antojo: piensan que las consecuencias de sus lobbys, sus vertidos ilegales, los manejos de sus corporaciones , nunca van a pillarles. Que pueden construirse mansiones en islas lejanas donde la mierda que echan ellos mismos al mar no les llegue y que pueden pagar a pescadores que les busquen lubinas sin plástico en el vientre.

Por eso, es más urgente que nunca una legislación rigurosa en justicia universal ambiental. Hoy sabemos que no hay nada en el mundo que no esté conectado. Que un vertido en el Golfo de Mexico puede afectar a las ostras en Japón, a la fauna de Nueva Zelanda. Que nada de esto quede impune es fundamental para parar la barbarie medioambiental. Podemos hacer todo el reciclaje que queramos pero si no presionamos para que las leyes sean implacables con las grandes corporaciones, estamos acabados.

Todos nosotros necesitamos hacer algo ahora mismo: tener el coraje de creer lo que sabemos. Y actuar en consecuencia.

Isabel Coixet

Nació en Barcelona, ha viajado, comido, amado y trabajado en todo el mundo. Ha dirigido un puñado de películas, documentales y series. Ha ganado muchos premios pero lo que mas le importa es ganar amigos. A poder ser, que sepan cocinar…

Esta es una sección con la rúbrica de personas que tienen mucho que decir sobre solidaridad, cooperación, sostenibilidad, coraje… Sobre el pasado, presente y sobre todo, del futuro. De la búsqueda de soluciones desde el corazón y con CORAJE. Ante mi propuesta de contar con estos artículos de opinión, Isabel Coixet dijo sí a la primera y no tardó en enviarme este artículo que ella misma ha titulado CORAJE: lo vamos a necesitar.

Esta columna de opinión es una sección que tenía en mente hace mucho tiempo, pero que no se ha materializado hasta ahora por miedo a llamar a la puerta de personas a las que de una u otra forma admiro, como es el caso de Isabel. Tengo que reconocer que tuve el corazón en un puño al proponérselo, el mismo que se me quedó al ver una de sus (para mi) películas más especiales: Mi Vida sin mí. (Si aún no la habéis visto os la recomiendo). Pero Isabel dijo SI, sin dudarlo y a la primera. Por eso quiero dejar constancia de mi sincero agradecimiento hacia su tiempo y generosidad. ¡Ah! y no puedo terminar sin comentar que todo esto no seria posible sin la mano mágica de la maquilladora Montse Sanfeliu, donde empezó todo y donde espero continuar por mucho tiempo… gran profesional y mejor persona.

Rosa Girona Roig, fundadora de Belleza Solidaria