Basta con pronunciar el nombre de L’Occitane para que nuestra mente se desplace hasta los campos amarillos y malvas de la Provenza. Un enclave idílico que vio nacer a la marca francesa en 1976 de la mano de Olivier Baussan.
Con tan sólo 23 años, Baussan, estudiante de literatura y poesía, decidió comprar un alambique y empezar a destilar aceites esenciales para promover y aprovechar las virtudes que brindaba la naturalidad de La Provenza.
Se inició con el romero y pronto se hizo un nombre en los mercados tradicionales de la zona con sus muestras de oro líquido. Fruto de su inquietud y sus ganas de innovar siguió buscando ingredientes para sus aceites y un año después, en 1977, se hacía con una cosecha de lavanda, planta representativa de L’Occitane.
En 1980 recibió un fantástico regalo que le dio impulso: una industria de jabón de Marsella. «Conocí a un señor muy mayor que iba a cerrar una industria de jabón de Marsella y acabó regalándome el negocio. Y ese traspaso fue lo que le dio una nueva dimensión a L’Occitane de valor humano: este hombre me dio algo y entendí que yo también tenía que devolver mi parte», explicó Baussan en una entrevista concedida a la revista Marie Claire.
Fiel a su palabra, Baussan ha devuelto solidaridad, concienciación y el valor de mantenerse fiel a sus principios aunque haya pasado de vender en mercados tradicionales franceses a hacerse hueco en Nueva York, París o Hong Kong.
Sus productos icónicos
Y es que aunque haya pasado el tiempo y aquellos aceites esenciales hayan dado paso a amplias gamas de productos de belleza, la marca francesa tiene muy presentes sus orígenes y los beneficios que sólo la naturaleza puede aportarnos.
Por eso en los productos de L’Occitane los protagonistas son, entre otros, la almendra, la manteca de karité, la planta de la verbena (muy presente en la Provenza), las flores de cerezo, la peonía, la miel y hasta las aguas del manantial Réotier, situado (como no podía ser de otra manera) en tierras provenzales.
Bajo este manto de naturalidad han llegado hasta nuestra vida productos tan icónicos como su crema de manos, sus bálsamos corporales altamente hidratantes, los sérums que nos rejuvenecen mientras dormimos, los azúcares que nos exfolian y nos refrescan, los enriquecidos aceites de ducha o esos perfumes que nos relajan y nos alejan del estrés diario, entre otras joyas.
Por si fuera poco, a esta explosión de ventajas y sensaciones se suma un beneficio aún mayor si cabe: su solidaridad.
El compromiso de L’Occitane
La marca francesa trabaja en causas solidarias desde sus inicios y en 2006 hasta decidió crear una Fundación propia para poder organizar de manera más eficaz los proyectos solidarios en los que se embarca (para fortuna de todos) con asiduidad. Uno de los más destacados consiste en ayudar a las personas que sufren de discapacidad visual.
Por ellos, L’Occitane etiqueta en braille los nombres de sus productos desde 1997 y colabora con ONG’s de todo el mundo ofreciendo campañas de sensibilización, programas de diagnóstico, acceso a tratamientos, gafas y cirugías, formación de personal médico local y apoyo en la investigación e innovación de la salud ocular.
Además, desde el año 2000 destina los ingresos obtenidos por la venta de su jabón de karité a la causa y en 2017 añadió la donación de otro millón de euros a UNICEF para proveer a 400.000 niños aproximadamente de Vitamina “A” que les ayudara a prevenir la conocida como ceguera evitable.
Con el total de sus acciones, más de cinco millones de personas con discapacidad visual han visto mejorada su calidad de vida hasta día de hoy y lo mejor es que el número no para de crecer.
L’Occitane y Burkina Faso
Tampoco se detiene la cantidad de mujeres de Burkina Faso que también se están beneficiando de la solidaridad de L’Occitane.
La marca francesa lleva 35 años trabajando con ellas en la recogida de la manteca de karité a través del Comercio Justo y ha creado el Programa para el Liderazgo Femenino de Burkina Faso a través de su Fundación con el objetivo de asegurarles un futuro mejor enseñándoles a leer y escribir, potenciar sus ambiciones ofreciéndoles micro-créditos que favorezcan su emancipación y ayudándoles a poner en marcha o impulsar sus proyectos.
Una labor tan encomiable que la ONU hasta ha reconocido a L’Occitane como empresa ejemplar a través del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Un gran logro, sin duda, para una gran y comprometida marca.
Además, la marca francesa también tiene otros caballos de batalla y colabora también con causas que van desde la reconstrucción post-tsunami en Japón hasta la conservación del patrimonio natural en Provenza. Es conocido su programa para plantar almendros, para incentivar el cultivo de la lavanda (tan importante para L’Occitane) o para proteger y promover el desarrollo de plantas aromáticas. La naturaleza le da sentido y L’Occitane le devuelve el favor cuidándola como se merece. Un gran trato de una gran marca por fuera y por dentro.
Es uno de mis aromas favoritos.