Ya sabes que una de las cosas que más nos gusta descubrirte en Belleza Solidaria es el alma de las marcas de belleza. Su otra cara. Esa que llevó a sus creadores a emprender el proyecto o la que les motiva a seguir día a día. En el caso de Ixone Elosegui y Miren García-Chazarra, fundadoras de Glo, el punto de partida fue un sueño: trabajar por mujeres felices y empoderadas.
Su primer lanzamiento fue un dispositivo anticelulítico de uso en casa para el que invirtieron tres años de investigaciones. Querían que fuera poco invasivo y saludable. Y que su objetivo no fuera una mujer -supuestamente- perfecta. «Sino mujeres felices, empoderadas, cómodas con su cuerpo. Eso es lo que intentamos transmitir con nuestros productos», explica Ixone. Y este espíritu es el que ha llevado a Glo a colaborar activamente con la organización Daughters Rising, que lucha por el futuro de las niñas en Tailandia para evitar que sean arrastradas a la trata sexual.
La importancia de tener un porvenir
Ixone Elosegui, una de las creadoras de Glo, tuvo la oportunidad de conocer este proyecto cuando vivía en Chiangmai (Norte de Tailandia) y quedó fascinada su labor. «Ellos luchan por por la prevención del tráfico de niñas a través de la educación y el empoderamiento». La Fundación Daughters Rising está situada en el Norte de Tailandia, muy cerca del Triángulo de Oro, donde confluyen Tailandia, Laos y Myanmar. Una zona tan estratégica como conflictiva.
Allí, en aldeas de montañas o campos de refugiados, se encuentra la etnia Karen, fuertemente perseguida en Myanmar y cuyas niñas están muy castigadas por el tráfico y la explotación sexual. Pero ellas también pueden ser mujeres felices gracias a las oportunidades que ofrece la ONG. Por este motivo, Glo, que junto a su famoso masajeador ha lanzado aceites corporales escultores y nutricosméticos, contribuye costeando becas escolares y universitarias para proporcionarles un porvenir con un formación y un trabajo digno. La fundadora de Glo reconoce que no damos la importancia debida al derecho a la educación porque «para nosotros es un derecho adquirido».
Proyectos sostenibles
Son muchas las iniciativas que Daughters Rising lleva a cabo para ofrecer un futuro a estas chicas. Clases de inglés, microcréditos, proyectos de artesanía… Pero una de las más bonitas, porque también es una ayuda para la naturaleza, es la de su Santuario de Elefantes, en plena selva de Chiangmai.
Un espacio único ubicado en plena naturaleza donde se puede disfrutar de una inmersión completa con estos animales. En este gran santuario se protege a los elefantes que han sido rescatados de circos o de familias que los utilizaban para trabajos pesados en la frontera entre Tailandia y Myanmar. Además, en ambos países este animal supone, por desgracia, una fuente de ingresos para muchas familias. Se estima que existen unos 3.000 elefantes domesticados solo en Tailandia para uso turístico. ¿El problema? Luego los dejan en la selva y mueren por enfermedades o falta de instinto de supervivencia. Santuarios como este son para ellos una gran oportunidad.
Trabajar entre elefantes
Este Santuario, a diferencia de la mayoría de los que hay por la zona (aunque por suerte cada vez hay más así), no permite a los visitantes montarse sobre los elefantes. Sí pueden pasear junto a ellos, acompañarlos al río para que se bañen y refresquen; darles de comer…
Otro punto diferencial es que todas las mujeres que trabajan en el resort son chicas de la etnia Karen a las que la fundación aporta toda la educación necesaria para su desarrollo. Aprenden inglés y una profesión orientada al sector turístico. Entre otras enseñanzas se incluye el Muay Thai, una disciplina de autodefensa y también se les ayuda con micro-créditos para aquellas que quieran emprender. De forma que resulta además de un hogar, un lugar idóneo de aprendizaje para ellas y por supuesto cobran un salario justo por un trabajo digno.
Como nos recuerdan las fundadoras de Glo. «Cuando ves que tener acceso a una beca escolar puede salvar a estas niñas de terminar siendo vendidas a un burdel, te haces más consciente de lo privilegiados que somos». Además muchas de ellas, después de cursar su formación universitaria (enfermeras, maestras, médicos…) retornan a sus aldeas de origen convertidas en mujeres felices dispuestas a mejorar sus condiciones de vida y las de su comunidad.
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